Me levanté con tantas nauseas que no pude desayunar.
Últimamente hay poca gente que no me resulta repugnante.
Tanto es el tiempo que espero al maldito 42, que la gente de la fila ya me parece familiar. Mientras tanto pienso en las cosas que podría estar haciendo.
- Preparar hamburguesas caseras
- Ordenar el placard
- Empezar a armar una página web
- Lavar ropa
- Ir a alquilar un dvd
- Cortarme el pelo
- Ir al chino
- Almorzar
...
Sigo esperando y la fila se llena de más familiares.
Un día antes de mudarme encontré el primer y único cuento que escribí en mi vida. Fue a los 17 años y ganó un discreto concurso de cuentos escolares. Lo puse aparte, a mano, para mostrárselo cuando llegara pero nos entretuvimos con otras cosas y no hubo tiempo suficiente. Con la mudanza encima lo volví a guardar no sé en que caja, libro o carpeta. Ahora mi cuento disfruta de su nuevo escondite en una casa nueva.
Me niego a "personalizar" mi puesto de trabajo. No tengo fotos, ni muñequitos, ni plantas, ni siquiera una taza con mi nombre al lado del monitor. Creo que es porque pienso que acá estoy de paso. En un mes cumplo 7 años desde que entré.
P.D: Por otro lado necesito personalizar con urgencia mi casa. Todavía me siento como un huésped.
La costa argentina en noviembre. Es martes y estoy sola tirada en la playa . A lo lejos, legiones de obreros refaccionando techos y paredes de los balnearios decadentes. No puedo dejar de pensar que en cualquier momento se avivan y me vienen a violar. Pero no, les quedo lejos.
Al locutorio de la vuelta no le funciona la pc que habilita el resto. La solución es caminar 20 cuadras hasta el próximo. En el trayecto cuento 15 locutorios cerrados. Esta ciudad vive sólo 2 meses, el resto del año duerme.